sábado, 27 de noviembre de 2010

Vaca & The City



Vaca es intrépida, una gran aventurera, siempre ha dicho que de mayor le gustaría ser exploradora y viajar a todos los lugares del mundo, incluso a aquellos a los que nunca ha llegado nadie, descubrir nuevas especies, abrir rutas desconocidas y contactar con tribus perdidas. Pero Vaca es todavía muy pequeña y ha de conformarse con grandes pequeñas cosas, y esta vez ha ido a la ciudad.


Vaca había escuchado que la ciudad era una gran jungla de asfalto, piedra, hormigón y acero, dónde las personas caminan como sonámbulas sin mirar a su alrededor porque solo les importa llegar a su destino y todo lo que ocurra por el camino no es más que un incordio porque solo sirve para retrasarse. Vaca, tímida, miraba a la gente a su alrededor y los imaginaba como una gran manada de ñus cruzando la sabana, todos en la misma dirección moviéndose al unísono, solo a veces algún sujeto discordante trataba de romper, no sin dificultad, el orden establecido circulando contracorriente. Pronto comprendió algunas de las normas que rigen es este entorno: Las personas van por un lugar y las máquinas por otro diferente; rojo significa parar y blanco continuar andando...


Vaca miraba a su alrededor y grandes moles se elevaban hacia el cielo a izquierda y derecha, al frente un gran surco de asfalto entre los edificios que no parecía tener fin. Así, caminando, poco a poco, primero casi como un resplandor espectral casi imperceptible, después claro y evidente, empezó a descubrir el verde ya no verde de un otoñal bosque, era enorme, hermoso, impresionante contemplar ese conjunto natural flanqueado por rascacielos... Vaca se sintió muy bien allí entre las hojas muertas del otoño.




Vaca encontró en la ciudad mucho más de lo que le habían contado, mucho más de lo que había imaginado en su primera impresión; encontró gente amable llena de curiosidad, encontró parejas de enamorados cogidos de la mano, padres e hijos, o solitarios practicando deporte; entonces Vaca comprendió que aquel lugar era el corazón de la gran urbe, donde se insuflaba vida a la gente que ahora ya no parecía tan mecánica, sino individual y relajada.


Y Vaca vivió un cuento, por un momento se sintió en su país de las maravillas, acompañada por Alicia, el Sombrerero loco y muchos más, y es que es genial soñar cuando se está despierto y saltar de una vida a otra.


Pero Vaca descubrió algo todavía más importante, encontró un lugar en el que se podía contemplar el mundo, el que es y el que fue, en un solo edificio, por desgracia Vaca no podía quedarse y casi con lágrimas en los ojos se alejó prometiendo volver.



Vaca, intrépida y valiente, se subió a un gusano de acero que atravesaba el subsuelo de la ciudad, una máquina grotésca cuya utilidad radicaba en su capacidad de transportar personas de un lugar a otro de manera que en muy poco tiempo estabas en un lugar diferente de la ciudad.


De esta manera, Vaca llegó a un lugar nuevo, antes las calles eran ordenadas, perfectamente cuadriculadas y numeradas, ahora vaca estaba en un lugar caótico lleno de gente moviéndose como un fluido viscoso, las calles ya no estaban numeradas sino que tenían nombres como Canal, Thompson o Howard, no parecían seguir un patrón sino que eran caprichosas e incomprensibles. Pero las luces fascinaron a Vaca, las había por todas partes y de todos los colores y mientras la gente caminaba un enjambre de usureros ofrecían sus productos a los caminantes.



Tras mucho caminar Vaca estaba cansada y llegó a un lugar en el que a cambio de unas piezas de vil metal te sirven unas pócimas de apariencia deliciosa y sabor todavía mejor, allí Vaca encontró un reconfortante descanso.


Y así le llegó la hora a Vaca de marchar, echó un último vistazo y divisó una gran aguja iluminada rasgando el cielo que le daba la despedida.


Vaca se quedó observándola en silencio durante un rato, después giró su cabeza, me miró fijamente con ojos vidriosos y me dijo:
- ¡Prométeme que volveremos!-
-Sí Vaca, claro que volveremos, todavía nos queda mucho por explorar-




AVISO PARA NAVEGANTES: El mejor café que he probado en New York, en un entorno genial y tranquilo y con gente maja sirviendo en Ground Support (enlace), 399 West Broadway (on the corner of Spring)





¿Sobra decir que te dedico este post verdad? Siempre nos quedará...

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